miércoles, 19 de septiembre de 2018

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El ejercicio consistirá en una o dos fuentes, sobre las que desarrollar el tema. Al menos una de estas fuentes sería primaria, y ambas serán textos. A partir de las fuentes ofrecidas, se plantean cuatro cuestiones a desarrollar :
  • 1- Describir el tipo o tipos de fuentes y sus características 1 PUNTO
  • 2- Situar los textos en su núcleo temático (será le mismo para los dos textos) o periodo con una breve descripción. Exponer sintéticamente las ideas principales de las fuentes (siempre serán dos textos), situándolas en su contexto histórico. 2'5 PUNTOS (1 por ideas principales, 1 por contexto y 0,5 por núcleo temático). 
  • 3- Definir de manera escueta algunos conceptos referidos al tema en cuestión situándolos históricamente. 2 PUNTOS
  • 4a- Desarrollar un aspecto del núcleo temático en cuestión, usando las fuentes de información como punto de partida. 2,5 PUNTOS
  • 4b Comparar dos aspectos temáticos relacionados con los textos, de diferentes núcleos temáticos. Más dos puntos de valoración global del ejercicio.

(PREGUNTA 1)

TIPO DE FUENTE

    ¿Cuándo? ¿Dónde? ¿Quién?

    Al mismo tiempo que se habla de la fuente, se puede precisar la fecha y el autor 
    • Fecha 
    • Lugar.
    “El 1º documento fue realizado por (…) en (…).  El 2º documento fue realizado por (…) que fue (…)"


     ¿Qué es? ¿Para quién? 
    • La fuente según su origen
      • Primarias o directas cuando se elaboraron en la misma época del suceso del que aportan información. Son por tanto, fuentes históricas.
      • Secundarias o indirectas, cuando se elaboraron posteriormente a partir de fuentes primarias. Textos historiográficos, normalmente escritos de historiadores. Son por tanto fuentes historiográficas.
    • Según la naturaleza de la fuente (según su contenido):
      • Jurídicos: constitución, ley, decreto o cualquier otro documento realizado por una autoridad del Estado que van destinados a los ciudadanos o súbditos. Importante, un texto que hable sobre constituciones o leyes NO es un texto jurídico, si habla de leyes de tipo político, el texto será de tipo político. 
      • Narrativos literarios, obras literarias
      • Periodístico, artículos en prensa
      • Administrativos, censos, padrones, catastros, estadísticas...
      • Testimoniales, memorias, cartas, diarios, discursos...
      • Historiográficos, obras de historiadores. 
      • Estadístico.  
    • Según la temática general, puede ser un documento de tipo político, económico, filosófico, científico, etc.
    • Según su carácter y destinatario
      • Público, normalmente el destinatario será colectivo
      • Privado, normalmente el destinatario será individual  
    “El 1º documento es un…de tipo….”“El 1º documento es un…” “y es un (…) el 2º es un (…) y un (…)

    (PREGUNTA 2)

    RELACIÓN DE LOS TEXTOS Y TEMÁTICA

     ¿De qué trata? ¿Cómo se relacionan? ¿Cuál es el núcleo temático?

    Identificación de la temática conjunta de los textos (nos dice de qué va el texto),  aprovechamos para referirnos al núcleo temático. 

    “Los dos texto se refieren a (…) /se relaciona entre si porque uno es (…) y otro es (…) “Los dos documentos los podemos situar en el núcleo temático de (…)”

    IDEAS PRINCIPALES


     ¿Qué dice?
     
    Identificamos las ideas principales (de cada texto) y las ideas secundarias (complementarias de las principales). En teoría las principales se corresponden con un párrafo, y las secundarias con una frase, en la práctica es más complejo. 

    “La idea principal del 1º documento es (…). Además aparecen otras ideas secundarias. En una primera parte del texto (el primer párrafo) se dice (…) .  La idea principal del 2º documento es (…) Además aparecen otras ideas secundarias. En una primera parte del texto (las últimas líneas) se dice (…)”

    CONTEXTO HISTÓRICO

    ¿Sobre qué habla? (suceso amplio del que trata) ¿Para qué lo dice? (intención) ¿Por qué lo dice? (causas)  ¿Qué pasó después? (consecuencias)

     Intercalamos el contexto histórico, mientras analizamos las ideas, de varias formas:
    • Se debe explicar la intencionalidad del autor cuando realizó este texto.
    • Las causas de los hechos de los que habla, en cualquiera de las cuatro categorías principales: economía, sociedad, política y cultura. Hechos que anteceden y que guardan relación.
    • Se debe explicar el resultadoéxito o fracaso que tuvo el autor del texto a la hora de conseguir lo que pretendía.
    • Las consecuencias de los hechos de los que habla, en cualquiera de las cuatro categorías principales: economía, sociedad, política y cultura.  Hechos posteriores que guardan relación. Al analizar las consecuencias, de debe explicar 
    Intencionalidad / causas / resultados / consecuencias 



    Para realizar los comentarios de texto os dejo aquí un esquema

    COMENTARIO DE TEXTO

    Os dejo aquí estrategia válida de comentario
    1. CLASIFICACIÓN.
    Este primer apartado de nuestro comentario no debe iniciarse si previamente el texto no está comprendido en su totalidad. Tenemos que haberlo leído varias veces, conocer el significado de todas las palabras y conceptos que aparecen en él. Además de haber identificado sus partes, sus personajes o los elementos que nos han llamado la atención y que posteriormente nos servirán de pistas para su análisis y comentario.
    Una vez comprendido el texto debemos clasificarlo. Es decir, realizaremos su “ficha técnica”  en la que incluiremos, si es posible, todos los elementos que se indican a continuación. Da igual el orden en el que se haga, dependerá del texto y del estilo con el que lo vayamos a comentar. Debemos indicar:
    • Naturaleza del texto. Se refiere al origen del texto. Debemos indicar  si es una fuente primaria o secundaria. Primaria cuando el documento está escrito en el momento en el que suceden los hechos. Y secundaria cuando son documentos que no fueron escritos contemporáneamente a los hechos estudiados.
    • Tipo de texto y contenido. Pueden ser muy variados (ver cuadro): políticos, económicos, jurídicos, etc. Si es posible debemos diferenciar entre el tipo de texto y su contenido. Un ejemplo. Imaginemos que estamos comentando un tratado de paz (texto político), pero en el fragmento se están describiendo las sanciones económicas o reparaciones que el perdedor ha de pagar (contenido económico).
    • Autor: indicaremos si es individual, colectivo o anónimo. Y siempre que sea posible (si es conocido) indicar la información del autor que pudiera ser relevante para la comprensión del texto y su importancia.
    • Destinatario e intención: Señalaremos el destinatario principal del documento histórico y la intención del mismo.
    • Dónde y cuándo fue escrito. Es muy importante señalar la situación espacio-temporal del texto que estamos comentando. De esta manera podremos contextualizar los hechos y relacionarlos de forma más concreta con lo estudiado. Aquí debemos fijarnos en la fecha del texto (si tiene) o en cualquier otra pista que ofrezca el título o su contenido. Cuánto más afinemos sobre su lugar y fecha en la que se hizo mejor, y más pistas para su posterior relación con el tema estudiado.

    2. ANÁLISIS

    En este apartado tenemos que “desmenuzar” de forma más concreta el contenido y significado de los diferentes conceptos del texto para poder comprenderlo mejor. Para facilitar la tarea podemos numerar las líneas del texto para después referirnos a ellas cuando estemos comentándola. Debemos intentar desarrollar la siguiente información:
    • Breve resumen del contenido. Se trata de que podamos resumir la información de forma clara y concisa. No debemos caer en el error de volver a decir lo mismo que dice el texto pero con otras palabras (parafrasear).
    • Señalar las ideas principales y secundarias, justificando cada una de ellas.
    • Explicación de los personajes , referencias, hechos, lugares, palabras clave, acontecimientos específicos o términos de contenido histórico que aparecen en el texto.

    3. COMENTARIO

    Una vez analizados los conceptos más importantes del texto tenemos que relacionarlos con el tema en cuestión. No debemos cometer el error de desarrollar el tema y olvidarnos del texto que estamos comentando. Para ello nos será de gran ayuda hacer referencia a las líneas del texto que hemos numerado en el apartado anterior. El apartado del comentario tendría los siguientes apartados:
    • Antecedentes. Haremos referencia a las causas profundas y coyunturales del texto.
    • Desarrollo del contenido del texto. Tenemos que tener claro (esquema mental) lo que vamos a escribir antes de hacerlo. Debemos redactarlo de forma clara, coherente y utilizando el vocabulario histórico adecuado. No debemos olvidar relacionar el texto con lo estudiado.
    • Consecuencias. Indicaremos la importancia o trascendencia del contenido del texto, la influencia sobre los acontecimientos futuros que pudieran ocurrir y que pudieran tener relación con lo comentado.
    • Conclusión. Finalmente, antes de acabar, y si es de forma original mejor, debemos escribir una opinión argumentada sobre lo explicado en el texto.



    ENCUADRAMIENTO
    El documento reproduce fragmentos de un informe reservado del Servicio de Seguridad del Tercer Reich que comunica a las autoridades superiores nazis en Alemania los pormenores de la operación denominada «Noche de los Cristales Rotos» (Kristallnacht), un asalto organizado por militantes del Partido Nacional-Socialista contra las juderías de toda Alemania efectuado entre el 9 y el 10 de noviembre de 1938. Este Servicio de Seguridad (en sus iniciales alemanas RSHA: Oficina Principal de Seguridad del Reich) estaba dirigido por Reinhard Heydrich, formaba parte de la estructura de las SS (Schutzstaffel: escuadras de protección) del partido nazi, bajo el mando de Heinrich Himmler, y había sido encargado de las labores de policía y vigilancia interior en Alemania poco después del nombramiento de Adolf Hitler como canciller y Führer (caudillo) en el mes de enero de 1933. Aunque no consta la fecha exacta del documento, por sus referencias se deduce que fue elaborado pocas semanas después de la operación y, con seguridad, una vez aprobada la orden sobre propiedades judías fechada el 3 de diciembre de 1938, casi un mes después de haberse desarrollado la «Noche de los Cristales Rotos». 

    ANÁLISIS 
    El informe elevado por los servicios policiales y de seguridad a los máximos líderes de la Alemania nazi está configurado por tres apartados consecutivos.
    En el primero, el texto se limita a señalar cuatro aspectos centrales de la Kristallnacht: se evalúa el efecto material del pogromo (palabra rusa que significa «devastación» y describía los asaltos a barrios judíos desde finales del siglo XIX) sobre las vidas y posesiones judías existentes en Alemania; se da cuenta de su presentación pública como una mera represalia ante el previo asesinato en París de un diplomático alemán por parte de un joven judío exiliado y desequilibrado; se consigna la paralela reclusión en campos de concentración de una considerable cantidad de hombres judíos; y se lamenta la pérdida de algunos bienes de interés artístico o archivístico durante el pogromo. 
    En el segundo, el texto recapitula las subsecuentes medidas tomadas por el gobierno alemán para eliminar a los judíos de la vida de la nación en todas las órbitas sociales, incluyendo el sarcasmo de la imposición de una multa colectiva a los mismos por las destrucciones ocasionadas durante el pogromo.
    Finalmente, el texto termina con la afirmación de que la judería alemana ya ha sido completamente separada y segregada del resto de la población y expresa su esperanza de que, privada así de sus medios de subsistencia, opte por la emigración al exterior y el abandono de Alemania. 


    EXPLICACIÓN 
    Como se apunta en el propio texto objeto de comentario, durante la noche del 9 al IO de noviembre de 1938, a raíz de un pogromo planificado por las autoridades nacional-socialistas, militantes antisemitas asaltaron los barrios judíos en todas las ciudades y pueblos de Alemania (incluyendo la Austria recién anexionada en marzo de 1938) ante la pasividad de la policía y la complacencia o indiferencia de una gran parte de la población civil germana. El resultado de lo que pasó a llamarse la «Noche de los Cristales Rotos» fue sobrecogedor: un centenar de judíos muertos y miles apaleados, maltratados y heridos de cierta consideración; cientos de sinagogas incendiadas y muchas demolidas hasta sus cimientos; un mínimo de ocho mil tiendas y negocios pertenecientes a judíos destruidos; incontables casas particulares asaltadas y devastadas: y unos treinta mil judíos arrestados y enviados a campos de concentración (en Dachau, Buchenwald y Sachsenhausen). Solo en Austria la operación se cobró la vida de 27 judíos, supuso la destrucción de 42 sinagogas y el arresto de 7,800 personas remitidas a los campos de concentración habilitados para ellos. El pogromo suponía un hito clave en la evolución interna del Tercer Reich y anunciaba el comienzo de una nueva fase (Ia segunda) mucho más radical en su actitud y trato hacia la población judía. Así lo anunciaba al día siguiente, 1 de noviembre, el diario Voelkischer Beobachter, órgano del Partido Nazi que gobernaba dictatorialmente la nueva Alemania hitleriana: Los judíos deben saber con certeza que la amargura del pueblo alemán contra su conducta de ningún modo queda apaciguada por los cristales rotos de las ventanas o las ruinas humeantes de las sinagogas».
    Desde enero de 1933, tras la implantación de la dictadura totalitaria nazi en Alemania durante la última crisis de la República de Weimar (el régimen democrático fundado al final de la Primera Guerra Mundial), Hitler había iniciado una política de sistemática discriminación contra los judíos alemanes (un total de 500.000 para una población de 66 millones) por considerarlos una raza inferior, apátrida y muy peligrosa para la salud de la raza superior, los arios germánicos. Así lo había defendido desde el comienzo de su carrera política tras la derrota alemana en la guerra mundial y así también lo había propagado en su libro Mein Kampf (Mi lucha), escrito en 1924 y convertido en la biblia oficial del Tercer Reich: los judíos eran «una plaga de sanguijuelas», una «especie de alimañas», «virus mortales», «la tuberculosis de las naciones», «un parásito» debilitador en el cuerpo sano alemán que debía ser vigilado, conjurado y extirpado. El consecuente racismo antisemita se combinaba con otras vetas ideológicas en la nueva religión política del nacional-socialismo hitleriano con plena armonía y lógica: una concepción de la Patria definida por criterios raciales de sangre (no por idioma, territorio, religión, cultura o voluntad personal); una visión social-darwinista de la historia que enfatizaba la necesidad de triunfar en una lucha por la vida que solo permitía la supervivencia de los más aptos a costa del enemigo y de la conquista de «espacio vital» suficiente; una filosofía política que contemplaba al Estado como entidad paramilitar para proteger la patria y la raza y debía aspirar al poder total sobre una sociedad disciplinada y obediente a sus mandos jerárquicos; y una articulación del Partido único estatal como sucedáneo civil de un ejército combatiente y a modo de columna vertebral del Estado totalitario y racialmente purificado.
    En el contexto de grave inestabilidad política y profunda depresión económica que había imperado en Alemania desde el año 1929, esa simple utilización del judío como oportuno chivo expiatorio y cabeza de turco de todas las culpas y mates sufridos había sido un factor clave en la creciente popularidad electoral del movimiento nacional-socialista (11,3 millones de votos en las elecciones de marzo de 1932, las últimas relativamente libres durante la existencia de la República de Weimar), No en vano, el discurso salvífico y redentor del nacionalsocialismo, con sus explicaciones maniqueas y sus soluciones radicales e inmediatas, atrajo la confianza y la esperanza de muchos sectores sociales afectados y aterrados por la intensa crisis económica (más de seis millones de parados en 1932: el 30 por ciento de la población activa) y la profunda desmoralización sociopolítica (la humillación por la derrota de 1918, la atribución de la «culpa» del conflicto y las reparaciones económicas impuestas como castigo). Y en ese contexto crítico, el viejo prejuicio antijudío preexistente entre la sociedad alemana se convirtió en una ventaja política movilizadora que los nazis aprovecharon al máximo y con el mejor resultado. 
    En efecto, el nuevo antisemitismo hitleriano asumía íntegramente, pero también rebasaba y acentuaba, los viejos prejuicios culturales y religiosos derivados de la judeofobia surgida durante la Antigüedad clásica y profundizada por el cristianismo durante la Edad Media. A tenor de esa doble tradición, el judío era considerado un ser exclusivista, soberbio, codicioso, amén de asesino de Cristo, falsario y servidor del mal y la oscuridad. 
    La primera de esas vetas antijudías derivaba del impacto que tuvo en la Antigüedad la aparición de la religión judía y sus peculiares prácticas culturales No en vano, el judaísmo fue la primera religión monoteísta (creyentes en un solo Dios) y monolátrica (adoradores de un solo Dios que no podía representarse bajo forma humana) de la historia, claramente distinta y hasta opuesta a las religiones animistas y politeístas dominantes en la época, que consideraron sus pretensiones de superioridad teológica {su negativa a honrar a los dioses de otros pueblos) como fruto de la soberbia y el exclusivismo absurdo y censurable. Además, en virtud de los avatares históricos en Israel (Palestina, en época romana), los fieles judíos sufrieron una diáspora más forzada que voluntaria al ser obligados a emigrar en masa e instalarse obligatoriamente en ciudades del Mediterráneo (así lo impuso primero la conquista babilónica, luego la helenística y también la dominación romana). El resultado de la diáspora fue la creación de colonias urbanas judías donde los inmigrantes deportados preservaron su identidad religiosa y se especializaron en las únicas ocupaciones practicables en la ciudad: comercio (local o de gran escala), el préstamo (peligrosamente asociado a la usura), medicina (arriesgadamente cercana a la magia), la artesanía noble (piedras preciosas)o popular (ebanistería y cantería), las técnicas constructivas, etc. Dicha especialización urbana y profesional, a la par que su origen extranjero y su religión singular, fue ya suficiente para provocar una actitud de latente xenofobia de los nativos contra los nuevos inmigrados. En todo caso, se trataba de una xenofobia de raíz cultural y religiosa plenamente reversible y modificable si el judío emigrado abandonaba su fe y adoptaba la cultura del pueblo de acogida, como efectivamente sucedió en multitud de casos y situaciones, ya por convencimiento propio, ya por presión externa o mera conveniencia y provecho. 
    Lo más importante, a efectos históricos, es que este antijudaísmo clásico de raíz cultural y religioso fue asumido por la Iglesia cristiana desde el siglo I de nuestra era y hasta avanzada la época contemporánea. El núcleo del enfrentamiento acerbo entre cristianos y judíos era la naturaleza de Jesús de Nazareth. Para los cristianos, se trataba inequívocamente del Mesías, del Hijo de Dios, cuya muerte a manos de los judíos había cerrado la Antigua Alianza y había dado comienzo a la universalización del mensaje salvífico. Sin embargo, para los judíos ortodoxos, esa doctrina era una herejía y Cristo un impostor y falsario, no el Mesías prometido por Yahvé que habría de llegar para salvar al mundo al final de los tiempos. El virulento conflicto doctrinal entre la Iglesia y Sinagoga se extendió desde el siglo I hasta el siglo IV de nuestra era, cuando la conversión del cristianismo en religión oficial del Estado romano determinó la derrota del judaísmo. A partir de entonces, el antijudaísmo clásico de raíz cultural se vio reforzado por profundos motivos teológicos ya que el principal crimen religioso de los judíos radicaba en su pecado de «deicidio», en su culpabilidad por el asesinato de Cristo. Eran el Pueblo del Error y de la falsedad, porque a pesar de haber sido originariamente el pueblo elegido, ignoraron al Mesías cuando llegó y lo asesinaron, convirtiéndose así en deicidas siervos de Satán. Dicho de otro modo: si para los paganos el judío había sido sobre todo un ser antisocial exclusivista, para los cristianos devino también en un enemigo de Dios, Por ese motivo crucial la victoria de la Iglesia sobre la Sinagoga significó la marginación social de los judíos, que pasaron a convertirse en auténticos parias de la sociedad, una suerte de leprosos, personas aborrecidas y peligrosas por su incurable enfermedad contagiosa, solo aptos para ocupaciones y actividades degradantes y humillantes. Se les toleró dentro de la cristiandad porque eran testigos del deicidio y sus penas terrenales eran la justa retribución por su culpabilidad en la muerte de Cristo. Y también porque la Iglesia nunca perdió la esperanza (ni dejó de propiciarla) de la conversión de todos o parte de esos fieles de la religión mosaica. Pero se les impuso severas inhabilitaciones sociales, religiosas y políticas para vivir en el seno de la cristiandad: la prohibición de hacer proselitismo, de acceder a oficios públicos, de residir y celebrar sus ritos fuera de espacios acotados (los guetos), de poseer propiedades agrarias o tener como servidores a fieles cristianos. Estas prohibiciones confinaron a los judíos en su tradicional especialización ocupacional urbana, centrada en el el préstamo, la medicina, la artesanía, etc. Y esa misma especialización acentuó el resentimiento de una sociedad básicamente rural y agraria, reforzando el antijudaísmo religioso con motivos económicos más primarios. Solo a partir de mediados del siglo XVIII, efecto de la Ilustración y de las revoluciones liberales finiseculares, el estatuto cívico de los judíos comenzó a modificarse con las leyes de emancipación, la implantación de la igualdad jurídica para toda la ciudadanía y la proclamación de la libertad de creencias religiosas en los nuevos Estados constitucionales basados en el principio de soberanía nacional o popular 
    A diferencia del antijudaísmo clásico y cristiano, el antisemitismo racial de Hitler no consideraba que las taras del judío fueran meros rasgos culturales modificables por aprendizaje y también rechazaba la idea de que la conversión a la verdadera fe y el bautismo pudieran limpiar el pecado de ser judío y ello porque la nueva doctrina antisemita, configurada formalmente a finales del siglo XIX ( «antisemitismo» es una palabra acuñada en 1879 por un periodista germano, Wilhem Marr), se basaba en una nueva concepción racial y social-darwinista de la evolución humana. A tenor de ella, la humanidad estaba formada por razas definidas por inamovibles factores biológicos hereditarios que eran diferentes en sus capacidades físicas, morales e intelectuales («la cultura se lleva en la sangre»), además de estar inmersas en una lucha natural por la supervivencia de tas más aptas, el sometimiento de las más débiles y la eliminación de las enemigas mortales. De acuerdo con esta cosmovisión racista, el enemigo natural de la raza aria superior (supuestamente la más excelsa de la especie humana) siempre había sido la raza judía, que vivía como un parásito subhumano sobre el suelo de la patria germana y corrompía la sangre de sus hijos mediante el mestizaje de sangres y la destrucción de la pureza racial. Y, según esos planteamientos, la judería internacional combatía esta eterna verdad racial mediante estratagemas diversas y combinadas como el capitalismo financiero que destruía la economía nacional, el bolchevismo comunista que subvertía las relaciones sociales y el pacifismo derrotista que minaba la fortaleza militar y la autoconfianza de las naciones. En palabras del propio Hitler pronunciadas en la intimidad en 1942: 
    “El descubrimiento del virus judío es una de las grandes revoluciones que se han realizado en el mundo. La lucha que sostenemos es de la misma naturaleza que la que sostuvieron el siglo pasado, Pasteur [Louis Pasteur. fundador de la bacteriología y descubridor de la vacuna antirrábica) y Koch (Robert Koch, descubridor del bacilo de la tuberculosis). ¡cuántas enfermedades encuentran su origen en el virus judío! Solo recuperaremos la salud eliminando al judío. 
    En función de esas ideas delirantes que alentaban el prejuicio popular antijudío, convertidas en doctrina oficial de Estado desde 1933, el régimen de Hitler aplicó desde el primer momento una política de discriminación formal contra los judíos residentes en Alemania (una gran parte, desde el siglo XIV). En consecuencia, el Tercer Reich dictó múltiples disposiciones orientadas a cambiar la situación de los judíos dentro de la sociedad alemana con medidas de discriminación muy similares a las de época medieval: expulsión de la administración pública, la enseñanza, el ejército y los tribunales; retirada de la nacionalidad germana y consideración de extranjeros o apátridas; imposición de trabas a las operaciones económicas e inhabilitaciones a las actividades profesionales; anulación y prohibición de todo matrimonio mixto entre judíos y arios; impedimentos para la libre circulación por el territorio nacional y para el uso y disfrute de servicios públicos (parques, cines, autobuses); etc. Sin embargo, esta primera política de mera discriminación y fomento de la emigración forzosa al extranjero sufrió una radical e irreversible intensificación desde noviembre de 1938.
    Ciertamente, tras el pogromo de la Noche de los Cristales Rotos, la política nazi enfiló una segunda fase xenofóbica y racista mucho más radical: trató de lograr la más completa exclusión y segregación física de los judíos en el seno de la sociedad alemana. La progresiva deportación masiva a campos de concentración creados al efecto en todo el país fue el primer paso entonces iniciado, La invasión nazi de Polonia y el estallido de la Segunda Guerra Mundial, en septiembre de 1939, intensificaron el proceso porque hizo necesario organizar a la numerosa judería de los países vencidos (solo en Polonia residían más de tres millones de judíos). La respuesta fue la construcción de nuevos campos de concentración y la formación de masivos guetos urbanos en toda la Europa oriental ocupada, a modo de espacios de «reserva subhumana» (puesto que el judío no era un ser humano sino un maligno ser subhumano en su esencia: Untermenschen), En los mismos, las condiciones de malnutrición, falta de higiene, malos tratos y trabajos forzados originaron una altísima tasa de mortalidad conscientemente cultivada. Como afirmaría un alto dirigente nazi de la Polonia ocupada en noviembre de 1939: «No perderemos mucho tiempo con los judíos, Es una fortuna que por fin podamos ajustar cuentas con la raza judía. Cuantos más mueran, mejor».
    En el contexto de brutalización moral generado por las crueles condiciones bélicas de la «guerra total», el comienzo de la ofensiva nazi contra la Unión Soviética en junio de 1941 hizo posible la apertura de una tercera y última etapa de la política antisemita nazi. En algún momento de aquel verano de 1941, Hitler dio al alto mando de las SS la orden verbal y secreta de iniciar la «Solución Final» (Endlósung): el exterminio masivo y programado de la población judía residente en todas las zonas ocupadas, ya fueran jóvenes, mujeres, ancianos o niños (el llamado Holocausto o la Shoah). No en vano, para entonces ya ningún dirigente alemán tenía dudas acerca de la lógica consecuencia que estaba implícita en la ideología racial antisemita. Como afirmaría con posterioridad un doctor con plena convicción: «Los judíos son el apéndice gangrenoso del cuerpo de la humanidad». Y añadiría, sin atisbo de remordimiento moral: «Por respeto a la vida humana, sería capaz de extirpar un apéndice gangrenoso de un cuerpo enfermo». 
    En un primer momento, la tarea genocida (del griego genos, linaje o grupo de parentesco, y del sufijo latino cida, matar o asesinar) fue realizada por batallones de fusilamiento especiales que operaron en el frente oriental desde junio de 1941 hasta 1943 El desgaste de hombres y material que suponía ese método forzó la búsqueda de nuevas fórmulas genocidas más rápidas y económicas: en primer lugar, los camiones de gas; muy poco después, las cámaras de gas. A principios de 1942 comenzó la instalación y uso de seis campos de exterminio con sus correspondientes cámaras de gas ocultas como salas de ducha y sus hornos crematorios: Belzec, Sobibors Lublin, Treblinkas Chelmno y Auschwitz. El progreso tecnológico de estas literales «fábricas de la muerte humana» fue realmente impresionante. Las cámaras comenzaron teniendo una capacidad para 450 personas por sesión de gases y terminaron albergando a 4.000 a un tiempo. El gas utilizado dejó de ser el monóxido de carbono en favor del cianuro de hidrógeno y el pesticida «ciclón B», más fáciles de elaborar y transportar por las compañías químicas alemanas que lo suministraban. En definitiva, se había pasado de la artesanía del homicidio mediante hambrunas, maltratos y fusilamientos, a la práctica industrial de la matanza en masa según cadenas de montaje. 
    En esas condiciones, el volumen de judíos exterminados durante el corto periodo de cuatro años fue verdaderamente espectacular. Aunque resulta imposible establecer un cómputo definitivo sobre las pérdidas humanas del Holocausto, no cabe duda que oscilaría entre cinco y seis millones de judíos. Según los estudios fidedignos del historiador Raul Hilberg, una cifra ligeramente superior a los cinco millones parece la más verosímil. Los muertos en campos de concentración y exterminio ascenderían a tres millones (solo el campo de Auschwitz, en las cercanías de Cracovia, tuvo más de un millón) Los muertos por fusilamiento y otras operaciones móviles alcanzarían 1,4 millones. Y otros 600,000 judíos perdieron la vida en los guetos, En definitiva, para la judería del continente, la Europa ocupada por los nazis se convirtió en un gigantesco cementerio que albergaba los restos de más de dos tercios de los judíos europeos registrados antes del estallido de la guerra. 


    CONCLUSIÓN 
    El Holocausto fue, por consiguiente, el mayor caso hasta ahora conocido de genocidio de la historia: un programa de exterminio de intención totalizadora de un grupo biológico y cultural humano meditado y conscientemente aplicado, con toda la fuerza de un Estado avanzado, incluyendo como víctimas y objetivos a niños, ancianos, mujeres y hombres sin remisión, sin atención a su inocencia o culpabilidad individual y sin consideración de su carácter civil y mayormente indefenso y vulnerable, La planificación y ejecución de este genocidio estuvieron motivadas ideológicamente y no fue el resultado de una exigencia estratégica o de una demanda política superior impuesta por la guerra mundial: no fue resultado de un arrebato pasional esporádico o incontrolado, fruto de la brutalidad y desorganización inherentes a toda guerra, y tampoco fue una mera masacre brutal de enemigos vencidos tras el combate ni una simple atrocidad de masas contra civiles inocentes. Fue un verdadero programa de genocidio ideológicamente motivado, deliberadamente planificado y eficazmente ejecutado con todos los recursos y maquinaria de un Estado moderno y una sociedad industrial y avanzada. 
    Las ideas racistas nazis fueron la fuerza motriz del Holocausto y pudieron llevarse a la práctica con lógica infernal en el propicio contexto de guerra total desatada por los nazis durante la invasión de la URSS y con la complacencia de amplios sectores de la población alemana y continental infectada por esas doctrinas raciales extremistas. En este sentido el texto oficial aquí comentado desvela el patente hilo de continuidad que vincula el mero prejuicio antisemita (que exige la discriminación) con la Kristallnacht (que inaugura la segregación) y con su derivación en Auschwitz (el simple exterminio).